miércoles, 10 de marzo de 2010

Mea culpa colectivo


Es muy fácil alzar la voz y cagarse en el gobierno y en las compañías eléctricas. Y es también necesario. No voy a poner en duda la culpa que unos y otros acumulan por el caos que vive media Cataluña debido a las intensas nevadas de los últimos días. Pero el error es detenerse ahí. La gente dice que los problemas que han conducido a la actual situación eran anteriores. Líneas eléctricas endebles, problemas anteriores en las vías del tren... correcto. Pero hagamos una retrospección más amplia. Y pensemos también en cuales son nuestros errores. Los errores del pueblo en general. Y ya aviso que comentar todo esto es largo. Hoy voy a teclear mucho.

Para empezar, ayer por la mañana, Xavier Sala Martín comentaba en la tertúlia de El món a RAC1 que se había quedado atrapado con un amigo en un restaurante de la calle Ganduxer de Barcelona. Y que el amigo tuvo a su, supongo, mujer e hijo, o hija, no me acuerdo, pero da lo mismo, atrapados en el coche en el trayecto entre el Liceo Francés, colegio donde estudia la criatura, y su casa. Añadía que es un trayecto que suelen hacer en cinco minutos y que allí estuvieron parados no sé si fueron cuatro horas. Más allá del repelús que da escuchar hablar de los problemas de cuatro burgueses que estudian en el Liceo Francés y que comen en restaurantes de la calle Ganduxer, hablemos del problema individual, pero que es el colectivo, en realidad.

¿Por qué no dejaron el coche y andaron hasta casa? Si el trayecto habitual en coche son cinco minutos, no podían ser más de veinte andando. Y veinte minutos a pie estan lejos de ser peor que cuatro horas atascados en coche. Alguien me dirá que dejar el coche solo es un riesgo. Cierto, lo es. Pero la criatura no tiene por qué pagar, aún, nuestros tics del siglo XXI, heredados del XX; podría haberse ido a casa. Quizás era demasiado pequeño. Entonces habría que cuestionarse por qué el padre no hizo un esfuerzo y salió andando del restaurante para ir a buscarle. Puedo apostar un riñón, o ambos, a que la suma de tiempo de estos movimientos hubiera sido de menos de cuatro horas. Incluso de menos de dos.

Ante este ejemplo concreto debemos abrir el abanico para reflexionar en qué nos estamos conviertiendo. En seres totalmente dependientes, incapaces de pensar cuando nos falla la tecnología, y que preferimos sufrir una situación caótica y lamentarnos durante días a hacer un esfuerzo y solventar las cosas por nosotros mismos, ni que sea de forma parcial, lejos de la tecnología. La gente que no pudo coger el autobús, ¿qué hizo? Seguro que mucha gente asumió que aquello pintaba mal y era mejor ponerle un poco de ánimo y volver andando por lejos que se estuviera. De eso se trata. Y luego ya pediremos responsabilidades. Pero está bien hacerse el torniquete antes de llegar al hospital.

Algo similar ocurre ahora en muchos pueblos de Cataluña. La nieve se acumula, los servicios y ayuda brillan por su ausencia. No hay electricidad. En algunos casos, tampoco hay agua. Sin duda es una situación muy complicada pero, cuidado, que todos hemos vivido por más o menos tiempo alguna vez en la vida. Los vecinos se quejaban esta mañana en RAC1, insisto, con razón, de esta situación. Y no recuerdo quien era, desde la mesa, apuntaba que nos falta ser más solidarios, y echar el resto. ¿Cómo es que las gentes del pueblo no arriman el hombro y sacan la nieve de enmedio? Es una buena postal de lo que es la sociedad del año 2010. Somos individuos bien proveídos, pero egoistas y terriblemente dependientes. Es así; es lo que hay. Y además, estamos urbanísticamente dispersos. Este es el último punto que quiero tratar.

Hacia el año 2003 estudiaba yo en secundaria una asignatura que ni recuerdo como se llamaba, Ciencias del medio, o algo así. ¿O era Geografía? Da lo mismo. Hablábamos de los bosques, de la tierra, de la Tierra, y de las ciudades. Tratamos brevemente algunos puntos sobre urbanismo y la clasificación del suelo. Y salió el asunto este tan interesante de las urbanizaciones. Las urbanizaciones son un apéndice extremadamente insostenible de los pueblos y ciudades. Algo con lo que hay que acabar para garantizarnos todos un futuro de buenos servicios y recursos. Han pasado siete años y este tipo de coágulos urbanos, lejos de disiparse, se han disparado. El sueño de mucha gente es apartarse de la ciudad y comprarse un adosado en equis urbanización. No diré que sea negativo, como idea está bien. La ciudad es caos y el campo bondad. Se busca un punto intermedio. Es comprensible.
Pero como organización urbana es deleznable. Hacer llegar los servicios básicos a la población, poca, muy poca, de una urbnización es harto complicado. Y lo que apuntaba, en resumen: es algo terriblemente insostenible, un drama. Por supuesto, cuando se da una situación de caos climático los problemas se agravan. Hacer llegar la ayuda es aún más complicado que hacer llegar los servicios. De eso no puede haber duda.

La culpa es, pues, de la administración, de las empresas, de nuestra dependencia y actitud egoísta y de nuestra falta de previsión colectiva e individual en cuanto a esquemas urbanísticos se refiere. Como siempre, nadie autorizado o con poder hará una verdadera introspección de la situación para darle un giro de 180º y empezar a arreglar las cosas de una vez por todas. Así que, dentro de cinco, de diez años, los que sean, cuando vuelva a caer nieve a cascoporro, y gobierne quien gobierne, podremos recuperar las tertulias, los informativos, las fotografias del lunes, de ayer, de hoy y de mañana, y nadie notará la diferencia. Y los periodistas, por una vez, podrán, podremos -espero ser yo uno de ellos-, descansar.

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