
Es muy fácil alzar la voz y cagarse en el gobierno y en las compañías eléctricas. Y es también necesario. No voy a poner en duda la culpa que unos y otros acumulan por el caos que vive media Cataluña debido a las intensas nevadas de los últimos días. Pero el error es detenerse ahí. La gente dice que los problemas que han conducido a la actual situación eran anteriores. Líneas eléctricas endebles, problemas anteriores en las vías del tren... correcto. Pero hagamos una retrospección más amplia. Y pensemos también en cuales son nuestros errores. Los errores del pueblo en general. Y ya aviso que comentar todo esto es largo. Hoy voy a teclear mucho.
Para empezar, ayer por la mañana, Xavier Sala Martín comentaba en la tertúlia de El món a RAC1 que se había quedado atrapado con un amigo en un restaurante de la calle Ganduxer de Barcelona. Y que el amigo tuvo a su, supongo, mujer e hijo, o hija, no me acuerdo, pero da lo mismo, atrapados en el coche en el trayecto entre el Liceo Francés, colegio donde estudia la criatura, y su casa. Añadía que es un trayecto que suelen hacer en cinco minutos y que allí estuvieron parados no sé si fueron cuatro horas. Más allá del repelús que da escuchar hablar de los problemas de cuatro burgueses que estudian en el Liceo Francés y que comen en restaurantes de la calle Ganduxer, hablemos del problema individual, pero que es el colectivo, en realidad.

Ante este ejemplo concreto debemos abrir el abanico para reflexionar en qué nos estamos conviertiendo. En seres totalmente dependientes, incapaces de pensar cuando nos falla la tecnología, y que preferimos sufrir una situación caótica y lamentarnos durante días a hacer un esfuerzo y solventar las cosas por nosotros mismos, ni que sea de forma parcial, lejos de la tecnología. La gente que no pudo coger el autobús, ¿qué hizo? Seguro que mucha gente asumió que aquello pintaba mal y era mejor ponerle un poco de ánimo y volver andando por lejos que se estuviera. De eso se trata. Y luego ya pediremos responsabilidades. Pero está bien hacerse el torniquete antes de llegar al hospital.

Hacia el año 2003 estudiaba yo en secundaria una asignatura que ni recuerdo como se llamaba, Ciencias del medio, o algo así. ¿O era Geografía? Da lo mismo. Hablábamos de los bosques, de la tierra, de la Tierra, y de las ciudades. Tratamos brevemente algunos puntos sobre urbanismo y la clasificación del suelo. Y salió el asunto este tan interesante de las urbanizaciones. Las urbanizaciones son un apéndice extremadamente insostenible de los pueblos y ciudades. Algo con lo que hay que acabar para garantizarnos todos un futuro de buenos servicios y recursos. Han pasado siete años y este tipo de coágulos urbanos, lejos de disiparse, se han disparado. El sueño de mucha gente es apartarse de la ciudad y comprarse un adosado en equis urbanización. No diré que sea negativo, como idea está bien. La ciudad es caos y el campo bondad. Se busca un punto intermedio. Es comprensible.
Pero como organización urbana es deleznable. Hacer llegar los servicios básicos a la población, poca, muy poca, de una urbnización es harto complicado. Y lo que apuntaba, en resumen: es algo terriblemente insostenible, un drama. Por supuesto, cuando se da una situación de caos climático los problemas se agravan. Hacer llegar la ayuda es aún más complicado que hacer llegar los servicios. De eso no puede haber duda.

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